Crisis de ansiedad

CRISIS DE ANSIEDAD

Características, causas y tratamiento

Pablo Palmero – psicólogo y divulgador

Las crisis de ansiedad son episodios repentinos, breves y muy intensos, donde la persona vive una agitación física y emocional extrema y una sensación de peligro inminente. Esta sensación de peligro e ideación catastrófica difiere, pero las más habituales suelen ser el temor a perder el control, a volverse loco, a sufrir un infarto a desmayarse o incluso a morir. Los síntomas más habituales son dolor en el pecho, taquicardias, dificultades de respiración y ahogo, debilidad corporal, inestabilidad física y distorsión del pensamiento, la percepción y la noción del espacio y el tiempo. Y también otras como sudoración, hormigueo, escalofríos, sofocos, temblores, entumecimiento nauseas, mareos, sensación de irrealidad… El momento más álgido suele suceder pasados unos minutos y acostumbra a desaparecer antes de una hora. El malestar puede llegar a ser tan intenso e incapacitante, que muchos acaban en los servicios de urgencias.

¿Es un trastorno?

Las crisis de ansiedad no se consideran un trastorno en sí mismo, aunque con frecuencia están asociadas a otros trastornos psicopatológicos.

El miedo a que se produzca otra crisis, eso sí, puede generar lo que viene a llamarse como “ansiedad anticipatoria”. Esta puede llevar a crear conductas y rituales de evitación, y acabar derivando en un “trastorno de angustia”; un cuadro de ansiedad agravado y más persistente en el tiempo.

Una crisis de ansiedad vivida durante la conducción, puede, por ejemplo, hacer que la persona evite posteriormente coger el coche, condicionando notablemente su cotidianidad y la de los suyos, con todo lo que ello conlleva a nivel práctico, relacional y anímico.

¿Son diferentes las crisis de ansiedad, de las de angustia o los ataques de pánico?

Las crisis de ansiedad a veces también son conocidas indistintamente como crisis de angustia o de pánico. Desde mi punto de vista, cada término enfatiza una faceta del sufrimiento. El término ansiedad, remarca la agitación física y mental. La angustia, la tensión y el encogimiento físico. El pánico, el estado de alerta y desesperación.

¿Lo sufren muchas personas?

Aunque no he hallado datos específicos sobre la prevalencia de las crisis de ansiedad en España, éstas están directamente correlacionadas con los trastornos de ansiedad, y éstos a su vez, se considera el problema de salud mental más frecuente, afectando al 6,7% de población. Un 8,8% en mujeres, y un 4,5% en hombres (Informe del 2020 del Ministerio de Salud Español). Otras fuentes hablan de un 11% (Manual MSD), y su incidencia parece que va en aumento. A tenor de estos datos y la experiencia en consulta clínica, el número de personas que sufren este tipo de episodios es elevado y significativo.

Los niños lo padecen poco, y los primeros episodios suelen aparecen a partir de los 20 años. El consumo de drogas actúa muchas veces como detonante.

¿Qué lo provoca?

Como en todo lo que atañe al comportamiento humano, las interacciones y los detonantes pueden ser muchos. Algunas se inician ante situaciones específicas (por ejemplo alguien con fobia a las arañas que se topa con una), pero también pueden suceder sin un desencadenante aparente. En cualquier caso, y desde mi punto de vista, el principal factor que hace que las crisis de ansiedad crezcan hasta generar un estado de malestar extremo, es una escalada en espiral debido al miedo al miedo. Esta es, resumidamente, la dinámica: la persona nota ciertas manifestaciones físicas en su cuerpo, las interpreta como signo de alguna fatalidad y se asusta. Esto le provoca una fuerte reacción de alerta, y esta alerta hace aumentar su tensión. Los nuevos síntomas físicos vuelven a ser interpretados como señal de algo peligroso. El bucle vuelve a cerrarse sobre sí mismo cada vez más acelerado, y la desesperación y el colapso mental y emocional no tardan a llegar.

Paradójicamente, y éste es un hecho que puede pasar inadvertido para los profanos, durante en el proceso psicoterapéutico, cuando los afectados hablan del episodio, no sitúan el miedo en el centro de la experiencia. Pueden llegar a nombrarlo, pero en sus descripciones, el foco se sitúa en las sensaciones físicas, la agitación o la desesperación. La consciencia de la emoción del miedo es baja y a veces, nula. Este hecho revela, precisamente, que en la médula de esta problemática radica la negación del miedo y la inseguridad. La mala relación con esa dimensión anímica hace que les sea difícil reconocerla y por tanto, también, gestionarla con naturalidad cuando aparecen sensaciones físicas o emocionales que la ponen de manifiesto.

¿Existen factores sociales agravantes?

La dificultad para acompañarnos respetuosamente cuando sentimos miedo es un mal muy generalizado. De hecho, las mayoría de las corrientes de la Psicología Pop (popular) han convertido la negación del miedo en su particular cruzada, y basan en ella su negocio. Consideran el miedo como una emoción “negativa” y centran todos sus esfuerzos en erradicarlo con todo tipo de recetas, racionalizaciones y falaces argumentarios.

El resultado es que, paradójicamente, después de tantas luchas para desterrarlo, podemos llegar a la edad adulta con las inseguridades y las desconfianzas exacerbadas. La explicación a ello la resume muy bien este dicho: «Aquello que aceptamos se transforma. Aquello a lo que nos resistimos, perdura».

El miedo al miedo está en muchos de nuestras angustias y obsesiones, y las crisis de ansiedad recogen también este desvarío colectivo.

¿Qué NO hacer si queremos ayudar?

Racionalizaciones, las justas

Lo primero es evitar las intelectualizaciones y frases hechas. Dar sólo los consejos justos e imprescindibles. Inflamar la esfera mental e interpretativa, es echar más gasolina al fuego. Algo, todo sea dicho, que hacen la mayoría de lineas de Psicología Pop, acrecentando aún más, la disociación de los pacientes.

No negar lo que están sintiendo

Aunque lo que interpretan en ese momento no se ajusta a la realidad, lo que sienten a nivel físico y emocional sí es real, y si perciben que se les está negando, se sentirán incomprendidos y cada vez más desesperados.

No descartar posibles afectaciones médicas

No dar por hecho que se trata sólo de una crisis de ansiedad si no se tiene el conocimiento suficiente para diagnosticarla; y si durante o después del episodio hay dudas sobre el origen del malestar, pedir una evaluación médica.

¿Qué ayuda?

1- Psicoterapia: Cuando las crisis de ansiedad se repiten, la realización de un proceso psicoterapéutico de integración emocional es la mejor de las ayudas. Un acompañamiento cualificado que tenga como eje fundamental la mejora de la relación con el propio cuerpo, con el miedo y la inseguridad.

Atender esta problemática evita por otra parte, su recrudecimiento y la posibilidad de que ésta acabe convirtiéndose en un trastorno de ansiedad más grave.

¿Qué puede ayudar cuando ya se está dentro de una crisis de ansiedad? Como digo, los consejos que vienen a continuación son más fáciles de aplicar si se ha realizado un acompañamiento terapéutico previo, sino, de entrada, pueden resultar más inaccesibles.

2- Centrarseen describir la vivencia: Tratar de redirigir la parte mental hacia una zona meramente descriptiva. Distinguir entre las sensaciones físicas y las interpretaciones, y focalizarse en las primeras desde un lugar de mera constatación. “Noto el corazón latiendo fuerte”, “Mi respiración está entrecortada”, “Siento hormigueo en la pierna derecha”.

En ciertos casos, si el contacto con la parte emocional está suficientemente madurada, la descripción también puede realizarse en esta esfera. “Parece que tengo miedo”, “me siento solo / desesperado”…

La idea es aproximarse a lo que se siente en vez de huir e inventar. Esto es algo que a priori puede parecer contraintuitivo pues es dirigirse justamente, hacia las manifestaciones que la persona quiere hacer desaparecer. Este centramiento sensorial, sin embargo, es absolutamente crucial para detener la dinámica en espiral de la crisis de ansiedad. Para hacer este recorrido de manera consistente, conviene haberlo transitado y practicado antes de manera guiada, en terapia.

3- Reconocer los síntomas: Si ya se ha vivido una crisis con anterioridad, apuntalar el recuerdo, “esto ya lo he vivido antes y fue una crisis de ansiedad”. Y recordarse también que “nadie muere de un ataque de pánico”.

4- Reducir la distorsión del espacio-tiempo: Recordar que es un episodio de duración limitada, “se acabará”. Situarse en el espacio tomando consciencia de donde está ubicado, así como la posición corporal.

5- Ubicarse a nivel relacional: Constatar, si es el caso, que no están solos. Identificar a quien está ahí, mirándole a los ojos y escuchando su voz con atención. Darse cuenta que no es una persona más, sino “tal” persona. Hacerla presente.

6- Regular la respiración: Dado que la hiperventilación agrava el resto de síntomas (taquicardia, aumento de la presión arterial, hormigueos, etc.), conviene tomar consciencia, primero, de la respiración que se está teniendo, y tratar, poco a poco, de ralentizar el ritmo.

7- Revisión final: Una vez pasado el episodio y estando ya tranquilo, hay preguntas que vale la pena hacerse referentes a la propia relación con el miedo: ¿Sé reconocer cuando estoy sintiendo miedo? ¿Qué me pasa cuando me doy cuenta? ¿lucho? ¿Me juzgo? ¿Quiero realmente conocerme cuando lo siento, o sólo quiero que desaparezca?

Motivos para el optimismo en el tratamiento de las crisis de ansiedad

Afortunadamente, en las crisis de ansiedad, si el proceso terapéutico se realiza de manera apropiada, suelen verse cambios con relativa rapidez.

Dada su elevada incidencia en la población, las crisis de ansiedad son un motivo frecuente en las primeras consultas de Psicología. Personalmente he comprobado que para muchos ha sido una puerta de acceso a un proceso de conocimiento personal y relacional, y que ha marcado un antes y un después en sus vidas. Su tratamiento acostumbra a producir una mejora a otros niveles; conquistan una mayor consciencia, integración y gestión de la esfera corporal y emocional, y hallan comprensiones a muchas otras dificultades preexistentes.

Pablo Palmero Salinas

Psicólogo colegiado 14.546

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