¿Porqué cuesta tanto cumplir los deseos de Año Nuevo?

Luces y sombras de los propósitos de Año Nuevo

Partes del presente texto han sido recogidas por la Agencia de Noticias EuropaPress, e incluídas en su reputado canal de salud Infosalus. Gracias por el reconocimiento.
En el siguiente enlace también podréis escuchar una entrevista que me hicieron respecto a este tema, en la Radio Cope.

Principios de Enero, el momento del año que solemos identificar con el comienzo de un nuevo ciclo, y el momento también, para escribir los tradicionales deseos de Año Nuevo. Viniendo como venimos de un 2020 pandémico plagado de parones, restricciones y proyectos aplazados, la entrada de este 2021 tiene un sabor un tanto extraño, y muchos lo encaramos con la prudencia de no saber como irán las cosas, y la razonable duda de si tendremos que acabar empaquetando nuestros flamantes propósitos, y comérnoslos con los turrones al final de año. Oscilamos entre el deseo de encender de una vez nuestra maquinaria productiva, y el acongoje de que las cosas se tuerzan. Este año además, la lista de propósitos concurre con la precariedad económica que muchas personas están sufriendo, y eso hace que se fundan y confundan el deseo y la urgencia, una mala combinación sin duda, para aclararse con este tipo de cuestiones. La cosa se complica si a todo ello le sumamos que, según un estudio de la Universidad de Scranton, en Pensilvania, sólo el 8% de las personas que se hacen dicha lista logran cumplirlos; un 12% según Universidad de Hertfordshire, en el Reino Unido. El 40 % de estos propósitos, de hecho, se abandonan ya en las primeras semanas, según revela una encuesta elaborada en la Universidad de Stanford, en California. Es por todo ello y por mucho más, que he decidido hacer un artículo desde una perspectiva psicológica, que ayuda a clarificar cuales son las bondades de este ritual, y cuales las cosas a tener en cuenta para no caer en sus atolladeros. Dificultades y comprensiones que como veréis, son de utilidad para muchos otros ámbitos de nuestras vidas.

CARACTERÍSTICAS DEL RITUAL

A diferencia de la inmensa mayoría de tradiciones, que suelen propiciar la extroversión y el encuentro social, la lista de los deseos de Año Nuevo es un ritual de introspección. Una oportunidad para tener una conversación seria y reposada con uno mismo. Un momento donde preguntarnos qué es realmente importante para nosotros, y a qué queremos destinar nuestro tiempo y recursos. Es una ocasión también para revisar el año vivido. Para sacar conclusiones y aprender tanto de los aciertos como de los errores.

Los deseos de Año Nuevo no son «la carta a los Reyes», en los que pedíamos y se nos concedía sin más. Ahora somos nosotros mismo los que vamos a tener que invertir el tiempo y los recursos necesarios para conseguirlos. Debemos por tanto, afinar la puntería, y escoger deseos que sean realistas, y que cuesten lo que valen. Para ayudarnos a materializarlos, y por motivos que entenderéis obvios, debería ser de obligada necesidad, escribir al lado de cada propósito, el primero de los pasos que vamos a tener que realizar para conseguirlo. Y cuando lo hayamos realizado, tacharlo, y anotar el que sigue.

Pero si con realizar estos pasos estratégicos fuera suficiente, otro gallo nos cantaría. Como la mayoría sabemos, una cosa es nombrarlos y otra, llevarlos a cabo.


¿PORQUÉ NOS CUESTA TANTO LLEVARLOS A CABO?

La paradoja de este ritual, es que a pesar de ser algo bonito y deseable, muchas veces acaba siendo fuente de frustración y malestar con uno mismo, y también, incluso, de culpa y menosprecio ¡No es un tema menor! En la consulta psicoterapéutica este tipo de cuestiones son muy frecuentes. Atienden a la dificultad para llevar a cabo aquello que sabemos que nos conviene hacer, o bien que deberíamos dejar de hacer. La primera de las reacciones ante estos intentos fallidos de automotivación acostumbra a ser la de enfadarse con uno mismo; tildarse de gandul, de indolente, de incapaz. Pero cuando recibimos las preguntas indicadas, acabamos descubriendo que tras esa lectura autopunitiva de aparente incapacidad, existen motivos de peso que permiten comprender la dificultad. Estos son desde mi observación clínica, algunos de ellos:

1- Saber de dónde surge el deseo

A veces no deseamos algo que realmente nos motive, sino algo que es fruto de tópicos, ideales o aspiraciones autoimplantadas. “Aprenderé inglés”, ¿pero para qué, si después no hablo con nadie en ese idioma? “Debo empezar a ir al gimnasio”, pero lo que más me da más satisfacción es ver series y comer lo que me apetece. “Dejaré de fumar”, pero uno sigue sintiendo más el placer del cigarro, que el daño que le ocasiona. A veces “tiramos” de estos ideales porque nos cuesta sentirnos y saber que es lo que realmente es importante para nosotros; echar mano de los tópicos es un comodín para no enfrentarnos a la angustiosa ausencia de uno mismo. En tales casos nos convendría asumir, que más que deseos, son deseos de desear; un querer querer. Aceptar ésto no es agradable, pero al menos dejaremos de forzarnos a hacer cosas para las que aún no estamos realmente dispuestos.

2- Saber en qué fase vital estamos

A veces nos proponemos metas que no atienden al estado vital en el que estamos. Hay dos dinámicas vitales fundamentales. Una atiende a la supervivencia y a la conservación, y en ella priman la satisfacción de las necesidades básicas y la búsqueda de seguridad. En la otra predomina la necesidad de evolucionar y expandirse, y en ella apremian las experiencias de socialización, la colaboración, la creatividad y la conquista de nuevos retos y territorios. Es importante saber que fase tiene más predominancia en cada momento de nuestra vida, porque si nos proponemos cosas propias de una, estando en otra, nos condenaremos a la frustración.

3- Saber en qué estado anímico estamos

Independientemente del estado o fase vital en la que estemos, las personas vivimos constantes ondulaciones anímicas, y recordamos el pasado o nos proyectarnos hacia el futuro, de manera congruente con dichos estados emocionales. Si estamos apenados, veremos más lo que falta que lo que hay, y al contrario si estamos contentos; si estamos agotados, nos pesaran los retos que requieren un notable esfuerzo, y si estamos energéticos, los miraremos con osadía. Escoger un momento en el que estemos en una frecuencia más activa y optimista, facilita este tipo de propuestas.

4- Para lograr ciertos objetivos se requiere una buena autonomía

Para lograr ciertos objetivos hace falta un buen nivel de autonomía personal y social, sin ésta, es muy difícil perseverar en situaciones desconocidas o que hemos rehuido en el pasado. Con frecuencia pasamos por alto que la conquista de ciertas metas, requiere de una solidez humana y comunicativa previa. Sin ésta se hace muy complicado gestionar con integridad y solvencia la inseguridad propia del no saber, los fracasos, las discrepancias relacionales, las desconfianzas, los prejuicios, los conflictos de intereses, las faltas de respeto, las agresiones… Seamos conscientes o no, hay ciertos caminos que evitamos de manera sistemática, porque aún no nos sentimos preparados para encararlos. Si no aceptamos este hecho, nos costará entender el porqué de tantas procrastinaciones y autosabotajes. Reconocerlo es el primer paso para poder salir de determinados bucles, y poner de una vez por todas el hilo correcto en la aguja adecuada.

5- Asumir los límites y la complejidad

Existe una deriva social fruto de una extendida dialéctica consumista. Un eslogan que se ha ido calando y amplificándose en los últimos años, donde se nos vende por activa y por pasiva que “querer es poder”. Algo que, aplicado a ciertas cuestiones tiene su sentido, pero no cuando hablamos de otras, y en especial con aquellas que tienen que ver con el comportamiento y el sentir humano. Creemos por ejemplo, que ciertos cambios de comportamiento pasan simplemente por un cambio de actitud, lo cual dice mucho de lo poco que nos conocemos. Las reacciones emocionales atienden a muchos factores. Éstos responden, entre otros, a la compleja estructura del carácter, donde cada elemento cumple una función complementaria y compensatoria. Para modificar este tipo de cuestiones, si es que llega a lograrse, se requieren procesos de transformación serios, sólidos y comprometidos, y no basta sólo con un deseo de cambiar, por muy fuerte que este sea.

En lo personal, he observado que detrás de esta pueril comprensión del tema, suele residir un deseo de control de las emociones. Queremos creer que es posible decidir que emociones sentir y cuales no. Si este es el caso, una buena pregunta a hacerse es, ¿porqué me cuesta tanto sostener determinados estados emocionales?

6- Los retos les funcionan mejor a ciertos estilos de personalidad

Conviene saber que el funcionamiento mediante objetivos y retos les funciona mejor a unos estilos de personalidad que a otros. Hay personas que se activan a través de “planteamientos estratégicos”; a éstas, las metas los excitan. Y eso es así para bien y para mal, porque a menudo son también, los que anteponen los logros a sus sentimientos, y para los que el fin justifica los medios. Estos estilos suelen ser bastante productivos. Ellos mismos se encargan de visibilizar sus éxitos, y acostumbran a ser tomados como referentes por una importante parte de la población. Virtudes y vicios al margen, lo importante es tener en cuenta, que idealizar esa manera de proceder, enturbia la opción de desarrollar nuestra propia y congruente manera de conseguir las cosas.

Como visto, los propósitos de Año Nuevo, son una oportunidad tanto para proyectarnos hacia el futuro, como para conocer con nuestros límites personales, cuestiones ambas de igual de importancia si lo que queremos es cuidarnos y vivir desde la integridad.

Pablo Palmero Salinas
Psicólogo colegiado 14546
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